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viernes, 5 de febrero de 2010

153 Y 93 ANIVERSARIO DE LA CONSTITUCIÓN MEXICANA



5 DE FEBRERO
1590. Muere en Tlatelolco -hoy Distrito Federal-, fray Bernardino de Sahagún (Bernardino Ribeira), misionero, educador e historiador español, quien llegará a la Nueva España desde 1529 en que inició su labor evangelizadora y educativa a favor de los aborígenes mexicanos, a los que también defendió.

1838. Muere en Chilpancingo -del hoy Estado de Guerrero-, de donde era originario, el general Nicolás Catalán, destacado insurgente quien se iniciara en la lucha de emancipación en noviembre de 1810, con los conjurados de Tepecoacuilco dirigidos por don Valerio Trujaon. En diciembre del mismo año se incorporó a las fuerzas de don José María Morelos, quien primero lo asigna a las filas de don Nicolás Bravo y después a las de don Vicente Guerrero con quien participó hasta el último momento de la Guerra de Independencia. En 1816 fue premiado por su bravura y patriotismo demostrados en las batallas de Acapulco, El Veladero, Chichihualco, Tixtla, Orizaba, Oaxaca y de nuevo en Acapulco. En febrero de 1817 estuvo en el sitio de Jaleaca, en la sierra de Tlacotepec donde junto con su esposa doña Antonia Nava, escribieron una gesta gloriosa a favor de la Independencia Nacional. A partir de esta acción, es cuando se une a don Vicente Guerrero y con él entra triunfal a la ciudad de México el 27 de septiembre de 1821.

1857. Constitución de 1857. El Congreso Constituyente proclama y jura la nueva Constitución de la República -misma que entrará en vigor el 16 de septiembre del mismo año.

1861. Se reglamenta la nacionalización de los bienes eclesiásticos.

1867. Con el mariscal Bazaine a la cabeza, salen de la ciudad de México las últimas tropas francesas de intervención. Se dirigen al puerto de Veracruz, para embarcarse a Europa, dejando solo a Maximiliano.

1867. Llegan a Mérida, Yucatán, refuerzos imperialistas al mando del coronel Daniel Traconis, quien evita un encuentro con las fuerzas republicanas del general Manuel Cepeda Peraza, quien ya lo esperaba en Ucú.

1911. Don Francisco Figueroa Mata, del Club Maderista "Juan N. Álvarez", de Huitzuco, Guerrero, lanza un manifiesto al pueblo invitándolo a levantarse contra la tiranía porfirista.






1917. Carta Magna. Es promulgada en la capital de la República, la nueva Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, con la que se reforma a la de 1857, la última vigente, ahora bajo una ideología progresista, muy adelantada a su época. Esta Constitución entrará en vigor a partir del día primero de mayo del propio año.




1930. Toma posesión de la Presidencia de la República, el ingeniero michoacano Pascual Ortiz Rubio, quien este día sufre un atentado y resulta herido.

1985. Muere en la ciudad de México, el destacado literato Antonio Acevedo Escobedo, quien naciera en la ciudad de Aguascalientes el 23 de enero de 1909. Además de literato, Acevedo se distinguió como periodista, cronista, ensayista y novelista.




En ocasión del CL Aniversario de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, les comparto a continuación un artículo, titulado Viejecitas, de mi profesor Macario Schettino, publicado en El Universal el 6 de febrero del 2007.


Viejecitas
por Macario Schettino


Celebraron ayer su cumpleaños dos viejecitas. La mayor cumplió siglo y medio; la menor, apenas 90 años. La primera era muy liberal, hasta parlamentaria. No daba poder al presidente, tal vez porque nació bajo la sombra del caudillo, el original, el muchas veces denostado, pero más veces presidente: Antonio López de Santa Anna. Así que a aquella viejecita le dio por favorecer al Congreso, en pleno olvido de que precisamente por ello cayó el primer gobierno de México, el del otro denostado: Agustín I de Iturbide.
Si la viejecita hubiese conocido mejor a su país, habría entendido que ni dándole ni quitándole poder al presidente sería éste menos poderoso. Porque si los dos caudillos mencionados ya no tendrían queveres con ella, otros dos le ocuparían por casi toda su vida. Primero uno, que la ignoró todo lo que pudo, y gobernó a golpe de decreto. Hasta trató de violentarla haciendo pasar por referéndum una de sus tantas elecciones presidenciales. Murió, sin embargo, sin lograr ponerle una cámara adicional a la entonces joven. Juárez nunca logró tener un Senado que le ayudara a debilitar al
Congreso.
El otro caudillo tampoco atendió mucho a la señora, ya entonces más bien madura. No le hizo ni caso, ni daño, a pesar de tantas habladurías que desde entonces corren. Porfirio Díaz hizo más o menos lo mismo que su benemérito antecesor: ignoró a la señora y gobernó como mejor le parecía. Envejecieron juntos, y los dos fueron arrumbados por la fuerza de la juventud.
La señora mayor fue reemplazada justo cuando cumplía 60 años. Su heredera apenas si se le parecía, aunque fuese hija legítima. Heredó de su padre una perspectiva bastante menos liberal. Era, desde su nacimiento, bastante conservadora. Según ella, la propiedad era originalmente de la nación, como había sido originalmente del rey, durante la Colonia. Incluso recuperaba ideas que su madre había borrado, como la propiedad comunal, que poco después se llamaría, también como en la Colonia, ejido. Tal vez para compensar, era más comecuras que su madre. Si aquélla nomás no quería que la molestaran, ésta prefería ni verlos.
Pero, igual que su madre, tampoco ésta entendía bien en dónde estaba. Y la trataron igual. Nomás se acordaban de ella en su cumpleaños, la festejaban y le decían que era única, la primera social del siglo, origen y rumbo de la nación. y la volvían a guardar, para que no se dañara. Tal vez por eso nadie se dio cuenta de que la joven padecía, desde su nacimiento, de terrible esquizofrenia. A veces se sentía, como su madre, liberal. Pero la mayor parte del tiempo tenía querencias radicales, y por un tiempo hasta socialistas.
No fue sino hasta que cumplió 80 años que por fin fue rescatada del olvido. En esas ocho décadas, le quitaron y le pusieron, pero en esencia siguió siendo la misma, distraída, llena de dudas, con esas dos personalidades que a ratos la asaltaban. Hace 10 años, la pusieron por fin en donde debía haber estado, en el lugar que su madre ni siquiera conoció. Le correspondía guiar a la nación, aunque a sus deficiencias de origen hubiera que sumarle los daños propios de la vejez.
Hace 10 años que, como el oráculo de Delfos, recibe visitas casi a diario, y como aquél, las responde con terribles acertijos, que no atina uno a saber si son producto ya de demencia senil o de una profunda sabiduría que, de cualquier forma, exige del visitante tremendos esfuerzos para su comprensión. Los hierofantes del oráculo, que hace tres lustros apenas recibían un par de preguntas al año, tienen ahora cientos que interpretar. Apenas si se dan abasto.
La viejecita ya no puede más. Lo poco que heredó de su madre es lo que ahora le sirve para, a veces, tener un poco de coherencia. La herencia de su padre, en cambio, le impide entender, siquiera, lo que le preguntan. Quisiera quitarse de encima ese inmenso lastre que su padre le dejó: promesas para todos, que no pueden cumplirse, pero que los atan a una vida de esclavitud, de perpetua adoración del becerro social. Pero no puede, ya no tiene fuerzas para ello. Tal vez, si pudiera tener una hija, una nueva Constitución, las cosas podrían ser diferentes.
macario@macarios.com.mx
Profesor en la EGAP del ITESM-CCM



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